El
1 de octubre de 1949, en las postrimerías de la
Guerra Civil China, cuando los nacionalistas del
Kuomintang ya sólo controlaban algunas ciudades en el sur, el líder del
Partido Comunista de China Mao Tse Tung proclama la República Popular China desde la
puerta de Tian'anmen de la
Ciudad Prohibida de
Pekín. En diciembre de ese año, el líder nacionalista
Chiang Kai-shek abandonó
Chengdu, la última ciudad del continente en poder de los nacionalistas, que se refugiarían en la isla de
Taiwán.
La llegada al poder de los comunistas puso fin a décadas de guerras y conflictos. El nuevo Gobierno de la República Popular hubo de asumir una costosa y difícil tarea de reconstrucción nacional.
La estructura del nuevo Estado había sido decidida durante la Conferencia Consultiva Política Popular convocada por Mao el
12 de septiembre de aquel año. Además de la ley orgánica que establecía los poderes del Estado, durante la conferencia se redactó un Programa Común, que enumeraba una serie de objetivos inmediatos, y se decidió la adopción de la nueva bandera del país, roja con una gran estrella amarilla en representación del Partido Comunista, en torno a la cual se sitúan otras cuatro estrellas más pequeñas, que simbolizan la unión de las cuatro clases sociales: los campesinos, los trabajadores, la pequeña burguesía y la gran burguesía urbana.
El nuevo Estado quedaba bajo el control total del Partido Comunista a través de sus organizaciones regionales, coordinadas por un
Comité Central que en aquel momento contaba con 44 miembros. De éstos, catorce miembros formaban el
Buró Político, encabezado por los cinco miembros del
Comité Permanente, en quienes recaía la máxima responsabilidad de poder. Los cinco miembros iniciales del Comité Permanente, los auténticos hombres fuertes del nuevo régimen, fueron Mao Zedong,
Liu Shaoqi,
Zhou Enlai,
Zhu De y
Chen Yun.
La estabilidad del nuevo régimen se basaba en su potencia militar. Las fuerzas armadas del nuevo Estado, el
Ejército Popular de Liberación, garantizaban la supremacía del Partido. El territorio chino quedó dividido en seis regiones militares desde las que algunos de los dirigentes más influyentes del Partido, como
Gao Gang o
Peng Dehuai, controlaban la política regional.
Una de las principales prioridades del nuevo Gobierno sería la reconstrucción económica. Para ello, China buscó la colaboración de la
Unión Soviética, el único aliado poderoso con el que podía contar. Mao Tse Tung visitó Moscú en diciembre de 1949, donde se entrevistó con el líder soviético
Stalin. La Unión Soviética ofreció a China diversos programas de cooperación económica y tecnológica, así como préstamos, para afrontar la industrialización del país.
Una de las principales políticas acometidas desde un principio fue la reforma agraria, que supuso la redistribución de tierras confiscadas a los mayores terratenientes. También se acometieron reformas sociales, como la nueva ley del matrimonio, que daba mayores derechos a las mujeres. Asimismo, se llevaron a cabo planes de erradicación de la
prostitución y de la adicción al
opio.
Junto a las reformas sociales y económicas, la otra prioridad nacional para los comunistas era el restablecimiento de la integridad territorial china. La isla de
Hainan fue ocupada por el Ejército Popular de Liberación en abril de
1950, mientras que el
Tíbet, independiente de facto desde la caída de la
dinastía Bing, fue ocupado en octubre de 1950.
Sin embargo, Mao Tse Tung habría de ceder ante las presiones de Stalin para reconocer la independencia de la República Popular de Mongolia, conocida en China como
Mongolia Exterior, y que había sido parte del imperio
Qing, la última dinastía china. Con el reconocimiento de la independencia de Mongolia, el único territorio reivindicado por la República Popular que quedaba fuera del control de ésta era la isla de Taiwán, refugio del Gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek. Mao Tse Tung confiaba en poder invadir la isla antes del final de 1950. Los planes de invasión serían sin embargo, frustrados, por la
Guerra de Corea.